Ese día, otro en el que seguramente también como siempre me había propuesto mantener un perfil bajo sin éxito, cenando con los compañeros de trabajo de Rut, ya entonado, achispado por el vino, empece con mi diatriba en contra de la corrección política y dije algo así como:
Ya no se puede decir negro sin que sea considerado un insulto.
Ya no se puede decir judío sin que sea considerado un insulto.
El interlocutor puso en duda mi afirmación.
Una gaffe importante.