¡Traición!

Ya lo dijo el amigo Toro en su post y en uno de los comentarios.

¡No pasó ni un día y ya su predicción se hizo realidad!

Toro, por favor, inicie acciones. Hay pruebas de que Ud. primereó, y si no vea la fecha del recorte a continuación. ¡Los diarios no mienten!

¡Este nuevo CD debería llevar su nombre!

jaacks.jpg

Recuerdos de la infancia

Miles de veces recordé esto que sigue.

Estaba en un libro de lengua de cuando Fabi y yo éramos chicos. Muy chicos.

El libro seguro que se perdió, pero Google lo encontró para mí, luego que Fabi hoy me lo recordara.

EL TESTAMENTO

Se cuenta que un señor, por ignorancia o malicia, dejó al morir el siguiente testamento sin signos de puntuación: «Dejo mis bienes a mi sobrino Juan no a mi hermano Luis tampoco jamás se pagará la cuenta al sastre nunca de ningún modo para los jesuitas todo lo dicho es mi deseo». El juez encargado de resolver el testamento reunió a los posibles herederos, es decir, al sobrino Juan, al hermano Luis, al sastre y a los jesuitas y les entregó una copia del confuso testamento con objeto de que le ayudaran a resolver el dilema. Al día siguiente cada heredero aportó al juez una copia del testamento con signos de puntuación.

– Juan, el sobrino:
«Dejo mis bienes a mi sobrino Juan. No a mi hermano Luis. Tampoco, jamás, se pagará la cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo, para los jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo».

– Luis, el hermano:
«¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¡A mi hermano Luis!. Tampoco, jamás, se pagará la cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo, para los jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo».

– El sastre:
«¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis? Tampoco, jamás. Se pagará la cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo, para los jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo».

– Los jesuitas:
«¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis? Tampoco, jamás. ¿Se pagará la cuenta al sastre? Nunca, de ningún modo. Para los jesuitas todo. Lo dicho es mi deseo».

– El juez todavía pudo añadir otra interpretación:
«¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis? Tampoco. Jamás se pagará la cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo, para los jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo».
Así que el señor juez, ante la imposibilidad de nombrar heredero, tomó la siguiente decisión:
«… por lo que no resultando herederos para esta herencia, yo, el Juez me incauto de ella en nombre del Estado y sin más que tratar queda terminado el asunto».

Chillout

Anoche cenaba en lo de Fabi y de fondo sonaba la Chillout Radio con sonidos inconexos.

Cambiamos opiniones con él sobre si eso es arte o no (ya imaginarán cuál es mi opinión) y le prometí para hoy un tema en esa tónica.

Este es el resultado, hecho en media horita, que posteo acá sólo con carácter ilustrativo, y para demostrar que cualquier gilún puede “componer” música.

El tema se llama Fabian

[audio:Fabian.mp3]

¡Qué fortuna!

Ni idea a quién o a qué, o si sí o si no, pero igual no puedo dejar de estar agradecido infinitamente porque me voy otra vez a pasar unos días al país que más amo en el mundo: Italia.

Sólo imaginar que voy a estar caminando (¿nadando?) por lugares como este

venezia.jpg

me emociona.

No puedo explicar con palabras lo que significa para mí este país.

Aunque parezca mentira, y esto me sucede siempre, ya el hecho de ver el mapa y recorrer nombres de ciudades y pueblos me humedece los ojos.

Saber que voy a caminar por las callejuelas perdidas por las que los turistas no se meten; saber que voy a perderme (¡otra vez!) por los laberintos de Venecia cuando ya todos se fueron a dormir; saber que voy a admirarme nuevamente frente a la tumba de los Scaligeri en Verona; saber que voy a pisar el patio que pisaron los Sforza; saber que voy a escuchar los ecos de las galerías donde Lorenzo de Medici leyó por primera vez a Machiavelli; saber que voy a pasar nuevamente bajo el arco de Michelangelo en la via Giulia, siempre cubierto de flores; saber que voy a tomarme un café en la plaza de la universidad de Bologna, quizá vecino de mesa de Umberto Eco; saber que voy a tocar (¡por primera vez!) las columnas de los templos de Agrigento, donde los primeros cristianos no sabían aún si adoraban a uno o a varios dioses; saber que voy a comer charlando del pasado y de la nostalgia con mis Brachetta en Treia, el pueblo del que partieron en los primeros años del siglo XX un grupito de soñadores que me enjendró.

Que partieron quizá para no volver y a quienes yo contradije volviendo.

Porque como dije arriba, no puedo explicar.

Debe ser mi sangre y capas de memoria colectiva que viven en mi y que hacen que sienta por este país indescriptible lo que no siento por ningún otro lugar sobre la tierra.

Agosto

Estamos en Agosto, pleno verano acá, y nos está tocando una seguidilla de días muy lluviosos.

A no lamentarse, ya que tuvimos 3 o 4 semanas de sol infernal y calores inusuales de más de 30 grados que me secaron el césped del jardín.

Así es como se escucha esta lluvia de Amsterdam.

[audio:Lluvia.mp3]

Poema

De pronto recordé este maravilloso poema de J.L.Borges, cuyos últimos versos me sacuden cada vez que los leo.

Cristo en la cruz

Cristo en la cruz. Los pies tocan la tierra.
Los tres maderos son de igual altura.
Cristo no está en el medio. Es el tercero.
La negra barba pende sobre el pecho.
El rostro no es el rostro de las láminas.
Es áspero y judío. No lo veo
y seguiré buscándolo hasta el día
último de mis pasos por la tierra.
El hombre quebrantado sufre y calla.
La corona de espinas lo lastima.
No lo alcanza la befa de la plebe
que ha visto su agonía tantas veces.
La suya o la de otro. Da lo mismo.
Cristo en la cruz. Desordenadamente
piensa en el reino que tal vez lo espera,
piensa en una mujer que no fue suya.
No le está dado ver la teología,
la indescifrable Trinidad, los gnósticos,
las catedrales, la navaja de Occam,
la púrpura, la mitra, la liturgia,
la conversión de Guthrum por la espada,
la inquisición, la sangre de los mártires,
las atroces Cruzadas, Juana de Arco,
el Vaticano que bendice ejércitos.
Sabe que no es un dios y que es un hombre
que muere con el día. No le importa.
Le importa el duro hierro con los clavos.
No es un romano. No es un griego. Gime.
Nos ha dejado espléndidas metáforas
y una doctrina del perdón que puede
anular el pasado. (Esa sentencia
la escribió un irlandés en una cárcel.)
El alma busca el fin, apresurada.
Ha oscurecido un poco. Ya se ha muerto.
Anda una mosca por la carne quieta.
¿De qué puede servirme que aquel hombre
haya sufrido, si yo sufro ahora?

(J.L.Borges, Los Conjurados, 1985)