Recordábamos con el Doctor Jáuregui aquellos gratos momentos en Cacharí, a la luz y el calor de un generoso fogón, y cuando el susodicho me dijo “permítame, profesor” y se descerrajó un pedo tan poderoso que se inflamó al contacto con las llamas y envolvió al doctor como una tea.
A Jáuregui tuvieron que amputarle un brazo a causa de las quemaduras, pero tan memorable roto valió el sacrificio.
“Andanzas de un Dandy”
por el prof. E. Bombardi