Genial.
Encontré lo que sigue, con foto y todo, en el blog (español) Mi mesa cojea y me reí mucho.
También porque me simpatiza la gente con autocrítica, como Sánchez Dragó.
Aquí va:
En la imagen, un español rodeado de personas normales en la Basílica
de San Pedro (El Vaticano).
Bajitos, peludos, maleducados, incultos y gritones. Los españoles somos los ewoks de Europa. Los euroguacanitos.
Será porque tenemos una dictadura todavía soplándonos en la nuca.
Será porque nuestras universidades son las peores del primer mundo, o porque nuestros políticos son tan imbéciles como el más imbécil de los españoles. Será porque no tenemos un New York Times o un Le Monde. Sea por lo que sea, el hecho es que los españoles sólo destacamos cuando hay una pelota de por medio, y sólo muy de vez en cuando. Esto es: cuando estamos callados.
Si uno se pasea por la Europa de verdad, en menos de diez minutos se encontrará con una mujer bajita y culona amarrada del brazo de un señor gris por muchos colorines que lleve encima. Estarán sentados en una terraza, diciendo que los ingleses no saben comer y que donde esté una tortilla de patatas que se quite todo. O estarán gritándole al niño que, por lo que más quieras, David, deja de pegarle patadas a ese señor tan rubisísimo. O sacándose una foto frente al Zara de turno, congratulándose de que aquí los pantalones sean mucho más caros que en el Zara del pueblo.
Porque en Europa todo es más caro que en Espein. Más caro y más alto y más guapo y mucho más educado. O a lo mejor es que, como los europeos no gritan, su falta de ducación pasa más desapercibida.
Porque el verdadero problema de la idiotez española no es tanto su intensidad (que también) como los decibelios en que se expresa. Los españoles gritamos nuestra estupidez a Europa como si fuésemos su último baluarte. Como si, en el fondo, la idiotez fuese una cosa de pura raza española, como la eñe, las flamencas y el lince ibérico, cuya supervivencia dependiera sólo de nuestro empeño.
La idiotez, en el agosto europeo, es orgullosamente rojigualda. Con dos cojones, y un toro.
Yo evito varios puntos en la ciudad por la avalancha iberica: el mercado de las flores y adyacentes (leidsestraat es imposible de caminar) y kalverstraat. Los turistas ingleses bebidos me sacan, pero al menos los siento “foraneos”, los grupetes ibericos gritandose unos a otros, haciendo escandalos son inaguantables. Me gusta cuando te cruzas algunos por el Reguliersewardstraat y despliegan toda esa homofobia reprimida con carcajadas y comentarios supuestamente “jocosos”…