“Se felicitó de no haber cedido a la tentación, tan inoportuna que pudo haberle sido funesta, de preguntar: ‘y tu novio?’. En determinado momento, por estúpido escrúpulo hacia un desconocido, casi formulo la pregunta; si lo hiciera ahora, lo haría impulsado por el anhelo de posesión.
Recapacitó, divertido: ‘Para exigir no somos lerdos’.”
(No recuerdo de qué libro es la cita)