Invocando

Para lograr que venga a nosotros la inspiración artística una manera muy efectiva es cerrar los ojos estando sentado en una silla giratoria y empezar a dar vueltas mientras se cuenta hasta un número x. Llegado ese número (cada uno sabrá cuál es) habrá llegado la inspiración.
Otra manera consiste en tirarse boca abajo en un piso de baldosas frías dejando que caiga la baba de nuestra boca hasta formar un gran charco.
También funciona perder la vista en el vacío. Este método es difícil porque al vacío no es fácil encontrarlo en estado natural. También puede ser problemático porque andá a encontrar la vista después de perderla en el vacío. ¿Quién se mete ciego ahí a buscarla?
Una forma más segura (pero al mismo tiempo buscar la seguridad es aburguesarse) es ponerse un sombrero y fumar una pipa caminando por el parque de noche. Se pueden ver muchos artistas en busca de inspiración utilizando este método, desconociendo el presente autor el resultado obtenido por ellos.
Dicen también, aunque esto no lo he intentado, que unos hongos mágicos abren puertas y ventanas a las musas esquivas.
Otros se sientan hora tras hora a garrapatear sobre el papel trazos sin sentido, en la esperanza de que los duendes se apiaden al fin de tanta porfía.
Yo intento sin sutilezas una combinación casi siempre azarosa de algunos de estos métodos y quizá algún otro, sumada a alguna cábala secreta (incluso para mí).
No hay caso.

Pseudos

Detesto a los pseudos (por favor, no neguemos la belleza de la “p” a pseudos, a psicología, a pneumático)
Los pseudo-científicos, que curan (que dicen curar) con métodos mágicos (¿no convencionales?).
Los pseudo-músicos, que graban el ruido de un tren, lo mezclan con martillazos y un motor y lo llaman “sinfonía urbana” o algo por el estilo.
Los pseudo-artistas plásticos, que desparraman al azar pintura sobre un lienzo en el suelo, la pisotean un poco y la bautizan “Alegoría de la eternidad”.
Los pseudo-actores, que se paran en un escenario a improvisar escritura automática oral en una especie de trance semi-metafísico y terminan agotados por el esfuerzo creativo.
Los pseudo-escritores, como este tipo, Paulo Coelho…
Esto es lo que se lee en la sección biográfica de la página oficial de este charlatán:

Paulo Coelho, seen by some as an alchemist of words and, by others, as a mass culture phenomenon, is the most influential author of the present century.

Paulo Coelho, visto por algunos como un alquimista de palabras y, por otros, como un fenómeno cultural de masas, es el más influyente autor del siglo actual.

Yo supongo que esto lo escribió él mismo, dado el patético uso que hace de las comas. También me quiero imaginar que con “el siglo actual” se refiere al apenas comenzado.
¿Cómo se puede lucrar así (¡y con éxito!) con la ignorancia de la gente?
Yo, como músico que soy, les puedo decir cuánto de estudio, de responsabilidad por la obra y de sacrificio hay que sufrir (bendito sufrimiento) antes de subir a un escenario.
También les puedo contar que la principal responsabilidad de un artista es jamás subestimar a su público.
Un colega mío me dijo una vez “yo para vencer los nervios de un concierto salgo al escenario, miro al público y pienso que ellos no saben nada de lo que yo voy a hacer y de cuánto por arriba de ellos estoy”.
Me parece patético. Humillante para el artista e insultante para el público, del cual dependemos.
¿Cómo podríamos dignificar lo que pretendemos hacer si pensamos o actuamos así?
Eso es de alguna manera lo que un pseudo-artista hace: despreciar y subvalorar a su público. Eso es lo que lo diferencia de un verdadero pintor, músico, actor, escritor. Un verdadero artista hace exactamente lo contrario.
¿Podemos hacer algo en contra de esta plaga de pseudos que lo único que logran es retardar el crecimiento espiritual e intelectual de la gente, que dejan contentos a su público con unas monedas cuando al alcance todos tenemos fortunas infinitas?

El libro de piedra

A mí siempre me fascinó leer, hojear enciclopedias. Debe ser un poco por eso que tiene de lectura-no-comprometida-con-el-tiempo-disponible, ya que cuando me siento a leer una novela me gusta tener mucho tiempo por delante y hacerlo de a largos tirones.
Eso de leer una novela en cómodas cuotas de 2 páginas, en la cama, inmediatmente antes que el sueño nos sorprenda con el libro boca abajo sobre el pecho no es para ufanarnos al decir “¡seeeee, yo a Kafka obvio que lo leí!”
Por eso a veces prefiero las enciclopedias. Eso con lo que Plinio o d’Alembert lograron llevar el Conocimiento Universal al alcance de todos (¡qué peligro!) Bueno… al alcance de todos, todos, no… la de d’Alembert y Diderot tenía unos 4000 suscriptores en su mejor época, pero ese es otro tema, en realidad me voy por las ramas, porque lo que quería decir es mucho más trivial.
Quizá no pocos conozcan el cuento “El Libro de Arena” de Borges. A mí me pasa todo lo contrario. Yo a menudo hojeo al azar la Oxford Illustrated Encyclopedia y no dejo de sorprenderme: sin excepción, al abrir el libro aleatoriamente, me encuentro con las mismas 3 o 4 ilustraciones de siempre (un pico para piedra, anclas, partes de una iglesia, un hacha…)
No, el libro no está abierto especialmente en esas páginas, y ellas no son pocas. Para ser más preciso, son 998.
Más me inclino a pensar que en esas páginas donde con insistencia el libro quiere abrirse (yo ya sospecho que se abre, no que yo lo abra) se esconde un mensaje que tengo que interpretar.
Cerca de church están también Churchill, cicatrize, cigarette.
En la página de pico están physics, piano, picture.
Junto al ancla aparecen angel, ancient, anatomy.
Con el hacha comparten avenge, away, avoid.
No creo que pase por ahí.
El asunto debe estar en las ilustraciones, que son bastante parecidas a como las describe Borges en su cuento.
Se me ocurre “Hay que destruir con hachas y picos a la Iglesia que nos tiene anclados”.
De todos modos no necesitaba la enciclopedia de piedra para llegar a tal conclusión, pero quizá la insistencia signifique que dejemos de perder tiempo y empecemos de una vez.

Vértigo

Cuando voy por la calle a veces decido caminar sólo por una hilera de baldosas o por el cordón de la vereda, imaginándome que todo el resto es precipicio, lava ardiente, pinchos electrificados y muerte.
Nunca me salgo de las baldosas ni me caigo del cordón de la vereda.
Supongo que si todo ese resto fuera de verdad precipicio, lava ardiente, pinchos electrificados y muerte no podría caminar más de dos pasos sin caerme.
Cuando contemplo un problema imaginario o ajeno, sorteo todas las dificultades natural y magistralmente, pero el vértigo suicida siempre está ahí a la vuelta a la realidad.

Matrix

Esto es serio. Bueno, lo otro también, pero es como que esto tiene más carácter cósmico (cóSmico) y no debe ser pasado por alto. Por una vez sentémonos más cómodamente y con una actitud positiva para leer. Dejemos de lado la sonrisita socarrona del escéptico irredento, que no aporta.
Hablábamos el otro día (qué bueno porque el Pluralis Majestatis me exime de algo de culpa) de Flavio Cuniberto y cómo sus talentos fueron descubiertos por Tino Pascali, cuando ese día, quizá en ese mismo instante moría Tino Pascali.
Estos pequeños desfasajes son los que yo llamo errores en la Matrix.
¿Nunca notaron que cuando uno llega a hacer una cola, muchas veces hay como 30 personas delante y en la hora y media que dura la cola sólo se ponen 2 o 3 detrás de nosotros?
Presten atención, en serio. Yo creo que la gente que afecta nuestros fines es la que está por delante, entorpeciéndonos la vida o quizá demorándonos lo suficiente como para que no moramos aplastados por el auto que si hubiéramos cruzado la calle 5 minutos antes nos hubiera pasado por encima, eso es lo de menos, lo importante es que esa es la gente que va a afectar el curso de nuestros acontecimientos, aún en pequeñísima escala. La gente que está detrás de nosotros es irrelevante y como el Universo es, entre otras cosas, económico, no vale la pena ser gastada. Como que el Arquitecto pone 2 o 3 detrás para guardar las apariencias, creyéndonos (más probablemente creyéndome) estúpidos pero no, no, no alcanza, soy un tipo observador y me di cuenta totalmente de la intención. ¿Se creen que me van a hacer caer y que me voy a creer que en 1 hora y media solo 2 o 3 personas más necesitan hacer la cola? ¡Es mentira! Podrían ponerle un poco más de empeño, che, sobre todo si se dan cuenta que soy un tipo desconfiado y perspicaz. Tampoco creo que sea bueno irse al carajo y poner 50 tipos detrás de mí, no exageremos, que aparte me imagino que cuando yo termino mi trámite medio como que siguen en la cola pero ni bien doblo la esquina se miran molestos y se van un poco a las puteadas. No, no digo eso, pero fijate lo que pasó con Tino Pascali. Para mí que algo raro hay con ese tipo. Me parece que el otro día cuando tipeé las dos palabras de su nombre algún resorte saltó por allá arriba (¿aunque no sería más lógico pensar en “allá abajo” dado que al menos hay tierra firme?) y me los imagino diciendo “¡Pará, pará! Tino Pascali… ¿lo tenemos todavía? – No, ese diskette se pinchó – Mierda, hay que hacer algo” o una conversación así (aunque quizá ni conversen en el sentido que nosotros le damos a las palabras, aparte de que siempre me imaginé que era la conversación de mucha gente, un equipo de producción pero encerrado en un cuartucho con unas computadoras y pantallas gigantes, aunque no tan grandes como las de Truman Show)
También me pongo a pensar en exactamente lo contrario, porque soy un tipo abierto a posibilidades diversas, y al instante me planteo la posibilidad de que los Arquitectos hayan dejado caer una noticia minúscula en los diarios anunciando la muerte de un personaje menorísimo, para probar hasta dónde llega mi desconfianza y ver cuán peligroso puedo llegar a ser para el Plan.
Me voy dando cuenta de cómo son las cosas, lo que no deja de asustarme un poco porque me imagino que estas cosas las hacen para desconectarme llegado el caso, no vaya a ser cosa que yo desde mi lugar desbarate este suculento negocio que malsanamente llevan adelante ¿con qué fin?
Hola, probando, hola…
No, me quedo más tranquilo ahora, quería probar si todavía sigo escribiendo o ya me habían desconectado.
Me parece que estoy cerca, pero no tanto o debe haber un detalle que se me escapa, si no ya me hubieran apagado.

Tiempo

Pensaba lo siguiente: uno demora, digamos, 1 segundo en escribir el número 1, 1 segundo en escribir el número 2, el 3, 4, 5… Para escribir el 10 necesitamos, imaginemos, 2 segundos, y el mismo tiempo para escribir cualquier cifra de 2 dígitos. Como adivinarán, para escribir cualquier número entre 100 y 999 necesitaremos 3 segundos…
¿Será cierto que se puede seguir así hasta el infinito?
En realidad creo que no. Creo que en determinado momento uno llegará a una cifra para la que demorará tantos segundos en escribirla como segundos representa.