Leí y escuché mucho en los últimos días comentarios del tipo “Pinochet murió y escapó a la justicia, no hay nada de qué alegrarse”.
Es verdad por un lado, pero así a las apuradas quería decir que Sí vale la pena alegrarse de su desaparición física. Que con su muerte se lo comienza a asimilar como muerto y, como tal, inocuo. Que al no estar presente se lo puede desmitificar (aún) más.
Está bien que nos alegremos de su muerte. No me alegro por él, que ya no existe y no siente, sino por todo su entorno y partidarios, que perdieron su referente y motivo.
Se murió Pinochet y, como cuando muere cualquier persona, ya pasa a formar parte de solamente la historia.
Será icono de algunos trasnochados por un tiempo, como todavía dicen haber partidarios de Rosas, pero no mucho más. Ya es inofensivo, porque mostró a propios y ajenos que era mortal y, como tal, vulnerable.
Es un motivo de alegría.