Qué curioso observar que la mayoría de la gente se preocupa por la gimnasia física, el ejercicio de los músculos, como un punto fundamental para la salud y el bienestar.
Muchas veces esa misma gente no habla de otros tipos de gimnasia, quizá (o seguramente) más importantes: la gimnasia mental, la gimnasia moral y ética, la gimnasia ortográfica, la gimnasia artística o la gimnasia de la abstracción.
Si bien es cierto que ejercitar los músculos los tonifican y mantienen alertas, también es verdad que pensar ayuda a pensar mejor, que leer desarrolla la imaginación, el poder de abstracción, la manera de escribir, la manera de comprender, que tener un diálgo inteligente nos ayuda a razonar, a reaccionar con agudeza e ingenio o conducirse en público, que apreciar el buen arte educa nuestro gusto, nuestras emociones o nuestra capacidad de honesto asombro.
Nivelar para arriba, lo llamaría. Tratar de apuntar un grado más alto.
A veces también está bueno descansar (no podemos estar haciendo gimnasia todo el tiempo sin parar) pero ejercitarse es una cuestión de disciplina y conciencia.
Después se convierte en placer.
Digo esto porque la inactividad produce el efecto contrario: hablar boludeces todo el tiempo nos emboludece, leer idioteces nos idiotiza y no corregir la ortografía nos hace quedar para el orto.
Es claro que ir para abajo es más descansado, pero también es cierto que a pesar que subir cansa, desde arriba se ve más lejos. (Esta metáfora es un poco banal, Guille).
Esta es parte de mi catarsis diaria y pertenece al ciclo “Protestemos”.