Ayer en un reportaje en radio Mitre, un politólogo (y teólogo si escuché bien?) desde USA criticó, sin justificar las desmedidas consecuencias producidas, la caricaturización de Mahoma que son de dominio público, comparándola en su improcedencia con lo ilegal de reproducir simbología Nazi en Europa.
Quiero mostrar mi desconcierto y desaprobación por dicha comparación.
Cuando los alemanes ocuparon Holanda en 1940, vivían en este país 140.000 judíos, casi todos en Amsterdam.
En 1941, debido a la aparente tolerancia hacia los judíos por parte de los alemanes en este país, esa cifra aumentó a 154.000.
Cuando en 1945 Alemania perdió la Guerra, solo quedaban en Holanda unos 35.000, es decir que casi el 80% de ellos fueron exterminados, sólo en este país.
¿En qué cabeza cabe comparar las manifestaciones a favor de tamaña atrocidad con unas caricaturas publicadas por la prensa libre de un país laico?
Simplemente no existe comparación posible.
Cualquier apología del nazismo no sólo debe ser condenada, sino penalizada, ya que en su momento significó la muerte de millones de personas y la pérdida de libertad de muchos millones más.
Es ridículo que la misma suerte corra la expresión de humor contra una creencia fanática, intolerante y terrorista.
No es cierto que los musulmanes estén profundamente ofendidos por las publicaciones.
Sí es cierto, en cambio, que están atentos a cualquier excusa que les permita exteriorizar su frustración y complejo de inferioridad en forma de violencia.
Como argentino viviendo en Amsterdam desde hace más de 10 años, país con un componente musulmán importante, hablo con conocimiento de causa.
No sólo quiero expresar mi más grande solidaridad con los diarios que valientemente publicaron las caricaturas de algo altamente caricaturizable, sino también repudiar profundamente el fanatismo, del color que sea, de la causa que sea, musulmán, cristiano, nazi, sionista o como se lo encuentre.
El fanatismo es la verdadera y última causa de todos los males que padecemos.
Una caricatura
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